Concentraciòn y bailes de los cazadore

Todos están aquí, acompañados por los griots, por lo menos cincuenta cazadores armados con su larguísima escopeta. Empieza la lenta procesión. A la cabeza los jefes de cofradía, seguidos de los gritos, y al final todos los cazadores. Van caminando despacio hasta la plaza central de la aldea, al sonido de las koras y de los disparos de fogueo. Antes de formar un círculo, los cazadores rinden homenaje al jefe de la cofradía apretándole los tobillos.
Los gritos empiezan a exaltar a los cazadores, cantan sus hazañas. Los cazadores, uno a uno comienzan a bailar. Con mucha precisión y elegancia, y sin deshacerse de su escopeta, recorren toda la plaza. En alguna ocasión el griot se levanta para acompañar al que está bailando, y juntos empiezan una coreografía cada vez más rápida y agotadora. También participan mujeres en algunos momentos. Las risas estallan, los gritos del público animan a los cazadores a superarse, sus piruetas son cada vez más rápidas, dan vueltas y vueltas, golpean el suelo con sus pies descalzos y terminan a veces su coreografía con una enorme risa. A menudo describen con mímica escenas de caza, se arrodillan, consultan las señales en la arena, uno imita al animal mientras que el otro hace de cazador temerario o torpe.
Todos los aldeanos están presentes, se nota que por nada en el mundo se perderían este acontecimiento. Con avidez y respecto, los niños devoran con la mirada cada paso que dan los cazadores. Las mujeres dan palmas, alientan a los cazadores con sus gritos a que bailen aún más, con sus risas incitan al bailarín a girar cada vez más rápido.
Los bailes pueden prolongarse toda la noche. Los griots y los cazadores tienen el poder de bailar durante horas y horas, ayudados por la kola y la energía de toda la aldea. Cuando un visitante tiene la suerte de poder acompañarles en esas largas fiestas hasta el amanecer, entonces puede entrever un fragmento del alma de la África negra.